El Hospital
Tendidos en la cama leves, apenas, kilos de muchacha rubia. Mujer casi sin rastros ya de los cabellos que se esparcen en la almohada, sin rastros de la piel mustia que se difumina lentamente. Todo se cae, todo se pierde...
Mujer sin rostro, ahora, en los espejos inexistentes.
Al fin eran el tiempo y ella, sólo ellos, amantes infelices. Sin intrusos.
Los miembros de su cuerpo resultaban demasiado pesados para mantenerlos fuera del reposo.
La mirada triste que no se detenía en ningunos ojos, en ningún gesto, en nadie, en nada.
Sólo esperaba, esperaba, esperaba... Sólo eso. La larga espera.
No había ningún objeto cálido en la habitación, sólo la cama, la mujer de la cama de al lado, una mesa de noche y una silla.
Y en la cama de al lado, su compañera de habitación tendida allí en las mismas condiciones o, peores aún, que las de ella. Cristina, la muchacha morena que la cuidaba día y noche -bella y esbelta como un junco - era el único exponente de salud a qué aferrarse en este cuarto.
Ajena, pergamino en la cara sin semblante, los ojos vacíos, secos ya. Había llovido un océano en los surcos de la arena desgarrada de sus pupilas.
Tendida y transparente, los apagados ojos que se evaden. Testigo de lo insufrible, su mirada desciende por el frágil cuerpo hacia los impulsos de las gotas densas y amarronadas que llegan al conducto adosado a sus fosas nasales. Sigue descendiendo con la mirada hacia su brazo, hacia su abdomen despedazado, perforado, observando tubos, más caños y conductos. Los conductos que la conducirán, supuestamente, a la vida. ¿A la vida?
Ya no quiere mirar. Gira la cabeza hacia atrás con dificultad, con avidez, hasta que llega a alcanzar con la mirada el frasco de agua de colonia erguido, firmemente, sobre la mesa de noche. Al menos durante un segundo, la boca se distiende casi en tenue sonrisa, los ojos se entrecierran intentando captar el aroma que la nariz no puede: el aroma a perfume de este mundo.
Por un momento, el planeta cobra vida. Fuente repentina de ánimo en aquel desierto solar. Los rayos de sol y el brillo de la luna son percibidos, pocas veces, gracias a la filtración indiscreta del hueco efímero que se cuela por el alto ventanal.
Pero el tiempo no es demasiado benévolo. La realidad tampoco. Sabe que debe dirigir su mirada hacia arriba. Esa es toda la tarea que deben ejercer ahora los ojos: controlar el goteo del suero que cae por la guía que llega hacia el brazo izquierdo. Una gota, dos gotas, tres y así hasta el infinito durante toda la noche.
No perder el control, esa es la única realidad.
Si aquel líquido acuoso dejara de gotear hay que avisar urgente a la enfermera. O si goteara más lento de lo esperado. También controlar el goteo paralelo de la línea que conduce a los antibióticos. Su vida pendiente por completo, en aquel momento, de un goteo infame.
Parpadeo tras parpadeo continuo. Se cansa y cierra los ojos. Cuencas secas.
Párpados inamovibles.
La miel se transforma en hielo arrebatado.
Pequeña mujer de otro universo, qué fea suena esta música. Las alegres notas que te bailaron la última noche, con las piernas ágiles y abiertas, se pierden ahora, ya para siempre entre las paredes de este frío hospital. El adiós a un mundo que ha dejado de ser para siempre. Como si todo hubiera sido premonitorio: la despedida.
Lo que resta de vida se divide en dos: el antes y el después, si es que lo hay. ¿Qué después? ¿Cuál de ellos?
De eso no hay dudas. Tan silenciosa y tan esquiva hasta en la última pesadilla, vuela su sombra. Mira el gesto aburrido, el abatimiento por todo. Ya nada será como antes. Nunca. Ahora debe renacer a esta nueva vida que la realidad le impone. Una realidad más doméstica, más serena, más cuidadosa, sin danzas estrafalarias en el tiempo.
Entonces, ahora sí, de pie, regresa a buscar la sonrisa, pues se sabe próxima a todo dolor físico, y se encuentra tras los cristales del ventanal de la cama "37". Sus ojos observan la escena lentamente, pero esta vez, del lado de afuera. tras los cristales.
El rayo de sol que se filtra, su compañera de habitación en la cama que había sido suya- con la misma mueca de dolor en el rostro. ¡Con ese maldito dolor en el cuerpo entero! El calor en la calle es abrasador y ni siquiera permite la existencia del viento que mueve las hojas de los árboles. Como si la muerte estuviera a punto de avasallar la vida, devorándola. Del mismo modo, el verano sofocante avasalla la atmósfera. ¿Por qué la muerte gana a la vida? ¿Y por qué la vida no puede luchar contra la muerte?
Apenas la divisa, Cristina, que se ha mudado ahora a la que fuera su cama, la número 37, sale de la habitación al pasillo y se besan, se abrazan, hablan, se sonríen, lloran.
Ingresan a la habitación con la certeza de que, aquella mujer tendida en el lecho de reposo, llorará con ambas. Le pide a Cristina que la acompañe a la balanza, que la ayude a pesarse. La mujer, desde su lecho, apenas si alcanza a abrir los ojos y las lágrimas se deslizan por sus mejillas.
La observa desde lejos un segundo, pero, la realidad de la balanza y Cristina ayudándola a pesarse la traen de regreso a este nuevo mundo.
Apenas demasiados pocos kilos de mujer rubia sonriendo. Enterrando para siempre a aquella
bella mujer de las danzas inconclusas en las huidas del tiempo macabro.
Apenas kilos de mujer rubia sonriendo. Triste, amarga, dulce, asustada, serena.
¡Renace! Vuela su sombra.
27-02-2001
Nota: ¡¡¡ Mi agradecimiento a todo el personal del Hospital Ramos Mejía!!!! Mi agradecimiento a la Diosa, la médica cirujuna que salvó mi vida "en nombre de.....¿De Quién?" (eso jamás lo develaré, jaja.ella lo sabe)!!!!! Mi agradecimiento a "Cristina", aquella muchachita tan morena, de cabellos tan largos, tan negros y tan lacios, tan esbelta y tan delgada, aquella artesana pobre de Lomas de Zamora, que cobraba $20 por mes pero que hizo tanto por mí!! (tanto por mí como llevarme al baño cada día, gracias, Cris!!!!). Mi agradecimiento a Gabriel.L. que me llevó en auto hasta el hospital aquella maldita noche y pasó toda la primera madrugada conmigo y toda la cirugía! Gracias Gabriel.! Gracias a ELLA!!!! Gracias a ELLA!!!!!!! porque yo no creo en dioses, sí en muchas diosas y ella lo fue!! Gracias!! (no puedo nombrarte) ella sabe quien es! la del teléfono público en la mitad de la madrugada, la que llegó a pedido antes del amanecer, la que estuvo durante toda la cirugía, la que empujó la camilla al quirófano, la que acompañó a mi padre en el pasillo, la que, la que.... LA MEJORRRRRRRR!!!!!! LA UNICA DIOSAAA!!!!!!! Gracias, gracias, MILADY!!! Gracias por esta vida nueva que tengo la suerte de vivir y de disfrutar!!! Gracias a mis padres!!! Gracias a mi madre que aprendió tanto!!! Que tanto me cuidó!!!! Que hizo tanto por mí, Dios!!!! Gracias! Gracias al extracto de perfume Boucheron (aún tengo esa joya intacta y la cuelgo en mi cuello, Lady), gracias a las toallitas para bebés, gracias por tu blusa verde asomándose apenas comenzaba el día, sabía que eras vos, gracias que yo salvé mi vida!!!
P.D.: Gracias a mi querida Teresa!!! Y si estás en B.A. acercate, (paso por tu calle Medrano, me cuelgo de tu puerta y ya se que no estás) y si estás en Montevideo o en Salto o en Buenos Aires, acercate también. Tengo tu juego! ¿Cuál? ¡El de dados y un libro francés! ;)
Nota y última revisión: 16-02-09
Mujer sin rostro, ahora, en los espejos inexistentes.
Al fin eran el tiempo y ella, sólo ellos, amantes infelices. Sin intrusos.
Los miembros de su cuerpo resultaban demasiado pesados para mantenerlos fuera del reposo.
La mirada triste que no se detenía en ningunos ojos, en ningún gesto, en nadie, en nada.
Sólo esperaba, esperaba, esperaba... Sólo eso. La larga espera.
No había ningún objeto cálido en la habitación, sólo la cama, la mujer de la cama de al lado, una mesa de noche y una silla.
Y en la cama de al lado, su compañera de habitación tendida allí en las mismas condiciones o, peores aún, que las de ella. Cristina, la muchacha morena que la cuidaba día y noche -bella y esbelta como un junco - era el único exponente de salud a qué aferrarse en este cuarto.
Ajena, pergamino en la cara sin semblante, los ojos vacíos, secos ya. Había llovido un océano en los surcos de la arena desgarrada de sus pupilas.
Tendida y transparente, los apagados ojos que se evaden. Testigo de lo insufrible, su mirada desciende por el frágil cuerpo hacia los impulsos de las gotas densas y amarronadas que llegan al conducto adosado a sus fosas nasales. Sigue descendiendo con la mirada hacia su brazo, hacia su abdomen despedazado, perforado, observando tubos, más caños y conductos. Los conductos que la conducirán, supuestamente, a la vida. ¿A la vida?
Ya no quiere mirar. Gira la cabeza hacia atrás con dificultad, con avidez, hasta que llega a alcanzar con la mirada el frasco de agua de colonia erguido, firmemente, sobre la mesa de noche. Al menos durante un segundo, la boca se distiende casi en tenue sonrisa, los ojos se entrecierran intentando captar el aroma que la nariz no puede: el aroma a perfume de este mundo.
Por un momento, el planeta cobra vida. Fuente repentina de ánimo en aquel desierto solar. Los rayos de sol y el brillo de la luna son percibidos, pocas veces, gracias a la filtración indiscreta del hueco efímero que se cuela por el alto ventanal.
Pero el tiempo no es demasiado benévolo. La realidad tampoco. Sabe que debe dirigir su mirada hacia arriba. Esa es toda la tarea que deben ejercer ahora los ojos: controlar el goteo del suero que cae por la guía que llega hacia el brazo izquierdo. Una gota, dos gotas, tres y así hasta el infinito durante toda la noche.
No perder el control, esa es la única realidad.
Si aquel líquido acuoso dejara de gotear hay que avisar urgente a la enfermera. O si goteara más lento de lo esperado. También controlar el goteo paralelo de la línea que conduce a los antibióticos. Su vida pendiente por completo, en aquel momento, de un goteo infame.
Parpadeo tras parpadeo continuo. Se cansa y cierra los ojos. Cuencas secas.
Párpados inamovibles.
La miel se transforma en hielo arrebatado.
Pequeña mujer de otro universo, qué fea suena esta música. Las alegres notas que te bailaron la última noche, con las piernas ágiles y abiertas, se pierden ahora, ya para siempre entre las paredes de este frío hospital. El adiós a un mundo que ha dejado de ser para siempre. Como si todo hubiera sido premonitorio: la despedida.
Lo que resta de vida se divide en dos: el antes y el después, si es que lo hay. ¿Qué después? ¿Cuál de ellos?
De eso no hay dudas. Tan silenciosa y tan esquiva hasta en la última pesadilla, vuela su sombra. Mira el gesto aburrido, el abatimiento por todo. Ya nada será como antes. Nunca. Ahora debe renacer a esta nueva vida que la realidad le impone. Una realidad más doméstica, más serena, más cuidadosa, sin danzas estrafalarias en el tiempo.
Entonces, ahora sí, de pie, regresa a buscar la sonrisa, pues se sabe próxima a todo dolor físico, y se encuentra tras los cristales del ventanal de la cama "37". Sus ojos observan la escena lentamente, pero esta vez, del lado de afuera. tras los cristales.
El rayo de sol que se filtra, su compañera de habitación en la cama que había sido suya- con la misma mueca de dolor en el rostro. ¡Con ese maldito dolor en el cuerpo entero! El calor en la calle es abrasador y ni siquiera permite la existencia del viento que mueve las hojas de los árboles. Como si la muerte estuviera a punto de avasallar la vida, devorándola. Del mismo modo, el verano sofocante avasalla la atmósfera. ¿Por qué la muerte gana a la vida? ¿Y por qué la vida no puede luchar contra la muerte?
Apenas la divisa, Cristina, que se ha mudado ahora a la que fuera su cama, la número 37, sale de la habitación al pasillo y se besan, se abrazan, hablan, se sonríen, lloran.
Ingresan a la habitación con la certeza de que, aquella mujer tendida en el lecho de reposo, llorará con ambas. Le pide a Cristina que la acompañe a la balanza, que la ayude a pesarse. La mujer, desde su lecho, apenas si alcanza a abrir los ojos y las lágrimas se deslizan por sus mejillas.
La observa desde lejos un segundo, pero, la realidad de la balanza y Cristina ayudándola a pesarse la traen de regreso a este nuevo mundo.
Apenas demasiados pocos kilos de mujer rubia sonriendo. Enterrando para siempre a aquella
bella mujer de las danzas inconclusas en las huidas del tiempo macabro.
Apenas kilos de mujer rubia sonriendo. Triste, amarga, dulce, asustada, serena.
¡Renace! Vuela su sombra.
27-02-2001
Nota: ¡¡¡ Mi agradecimiento a todo el personal del Hospital Ramos Mejía!!!! Mi agradecimiento a la Diosa, la médica cirujuna que salvó mi vida "en nombre de.....¿De Quién?" (eso jamás lo develaré, jaja.ella lo sabe)!!!!! Mi agradecimiento a "Cristina", aquella muchachita tan morena, de cabellos tan largos, tan negros y tan lacios, tan esbelta y tan delgada, aquella artesana pobre de Lomas de Zamora, que cobraba $20 por mes pero que hizo tanto por mí!! (tanto por mí como llevarme al baño cada día, gracias, Cris!!!!). Mi agradecimiento a Gabriel.L. que me llevó en auto hasta el hospital aquella maldita noche y pasó toda la primera madrugada conmigo y toda la cirugía! Gracias Gabriel.! Gracias a ELLA!!!! Gracias a ELLA!!!!!!! porque yo no creo en dioses, sí en muchas diosas y ella lo fue!! Gracias!! (no puedo nombrarte) ella sabe quien es! la del teléfono público en la mitad de la madrugada, la que llegó a pedido antes del amanecer, la que estuvo durante toda la cirugía, la que empujó la camilla al quirófano, la que acompañó a mi padre en el pasillo, la que, la que.... LA MEJORRRRRRRR!!!!!! LA UNICA DIOSAAA!!!!!!! Gracias, gracias, MILADY!!! Gracias por esta vida nueva que tengo la suerte de vivir y de disfrutar!!! Gracias a mis padres!!! Gracias a mi madre que aprendió tanto!!! Que tanto me cuidó!!!! Que hizo tanto por mí, Dios!!!! Gracias! Gracias al extracto de perfume Boucheron (aún tengo esa joya intacta y la cuelgo en mi cuello, Lady), gracias a las toallitas para bebés, gracias por tu blusa verde asomándose apenas comenzaba el día, sabía que eras vos, gracias que yo salvé mi vida!!!
P.D.: Gracias a mi querida Teresa!!! Y si estás en B.A. acercate, (paso por tu calle Medrano, me cuelgo de tu puerta y ya se que no estás) y si estás en Montevideo o en Salto o en Buenos Aires, acercate también. Tengo tu juego! ¿Cuál? ¡El de dados y un libro francés! ;)
Nota y última revisión: 16-02-09
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